La pobreza de nuestro siglo es incomparable con ninguna otra. No es, como lo fuera alguna vez, el resultado de la escasez, sino de un conjunto de prioridades impuestas por los ricos al resto del mundo. De allí que no hay piedad para los pobres de hoy -en todo caso sólo piedad individual-, sino que se los da por perdidos como si se tratara de desechos. La economía del consumidor del siglo XX ha producido la primera cultura en la que un mendigo no significa nada.
El alma y el operador. Cada vez que decimos adiós. John Berger.
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