SUS GUERRAS, NUESTROS MUERTOS
Las Marchas de la Dignidad han señalado desde el primer momento a la UE como el instrumento
político del capital para imponer
contrarreformas laborales salvajes, recortes y privatizaciones de pensiones y
servicios públicos, usando como chantaje el pago de una Deuda que ellos mismos
han generado. Hoy vemos que, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo,
abandonan sus sagrados objetivos de déficit para disparar el gasto público en “defensa” y
“seguridad” (a mayor gloria de las multinacionales del armamento) y, de paso,
acabar con las pocas libertades que nos quedaban.
Ahora sabemos que esas condiciones de máxima pobreza y precariedad
en los suburbios europeos, sumadas a la humillación y al racismo, constituyen
también el caldo de cultivo del que surgen los jóvenes yihadistas. Son parte de
una juventud desesperada que busca en la
venganza una identidad que en otros tiempos se construía desde posiciones de
clase, y que hoy urge volver a retomar.
Una vez más la manipulación informativa utilizada como propaganda
de guerra pretende, a través del terror, convertirnos en dóciles cómplices de
sus guerras. Pretenden que no entendamos, que no analicemos las causas de lo
que sucede, para que no les señalemos como causantes de los crímenes y, sobre
todo, que actuemos en consecuencia. Quieren impedir que, como sucedió ante los
atentados de Atocha en 2004, nos alcemos sobre el terror y las mentiras para
gritarles a la cara que, más allá de las manos que pusieron las bombas, “el imperialismo
es el terrorismo”.
Pero la clase trabajadora y los pueblos, sabemos quiénes somos,
quiénes son ellos, y ello es bastante.
Sabemos que el capitalismo, sumergido en la crisis más grave de su
historia, ha intensificado en las últimas décadas su sangriento historial de
guerra y saqueo.
Desde la primera guerra contra Iraq en 1991, inmediatamente
después de la caída de la URSS, las guerras del imperialismo
euro-estadounidense-israelí van asolando
aquellos países cuyos gobiernos no se someten a sus designios con la diligencia
debida: Iraq, Afganistán, Yugoslavia, Libia, ahora Siria.
Sabemos que esos mismos gobiernos de países de la OTAN – cuyo color político es indiferente porque
todos representan a los grandes bancos y a las principales multinacionales – son quienes
han creado las condiciones para que el
odio y la desesperación por la destrucción de sus países haya generado
monstruos de barbarie como Al Nusra, Al Qaeda o Estado Islámico. Son esas
mismas potencias imperialistas quienes, junto al estado sionista de Israel, han
financiado y armado (directamente o a través de las dictaduras del Golfo y de
Turquía) a quienes ahora llevan el terror al centro de Europa. Son ellos mismos
quienes están preparando la consumación de la destrucción de Siria y una
confrontación a gran escala con Rusia.
Estamos descubriendo que, detrás de sus cinismo y sus lágrimas de
cocodrilo, son nuestros gobiernos quienes llevan la destrucción y el saqueo a pueblos de los que huyen los
refugiados. Y constatamos que el capital europeo se frota las manos porque,
haciéndonos creer que los trabajadores inmigrantes son los responsables de
nuestra miseria, alienta la división entre la clase obrera. Echa así más leña
al fuego al fortalecimiento del fascismo, su recurso preferente en situaciones
de grave crisis.
Las Marchas de la Dignidad asumimos como propias dos grandes
tareas sin las cuales la barbarie de un capitalismo en crisis, pero más salvaje
que nunca, será el escenario inmediato que nos espera a todos los pueblos del
mundo:
1º Ayudar a reconstruir la unidad de la
clase obrera, ofreciendo a las trabajadoras y trabajadores inmigrantes un
importante papel a nuestro lado, en la lucha común contra el capitalismo. La
dignidad no será patrimonio nuestro sino es la de todos los explotados. Hoy
más que nunca, nativa o extranjera, es la misma clase obrera.
2º Contribuir
a levantar un potente movimiento contra la guerra imperialista, contra los
gastos militares y de seguridad y por la salida de la OTAN y el
desmantelamiento de las Bases. Destacaremos estos objetivos, que ya formaban
parte de nuestro programa, y los situaremos, junto al resto de las
reivindicaciones, en el centro de nuestro combate.
LA CLASE OBRERA NO SOSTIENE LAS GUERRAS DEL
CAPITAL
CONTRA LA GUERRA, OTAN NO, BASES FUERA
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